Los tránsitos de los planetas

Saturno - Introducción

Tradicionalmente, en la astrología antigua, medieval e incluso moderna, Saturno se ha considerado uno de los planetas más difíciles. Con «difícil» la mayoría de esos astrólogos quería decir «malo» o «negativo», una causa gratuita de dolor o sufrimiento sin motivo aparente. En los últimos tiempos existe la tendencia a redimir a Saturno y a verlo como una energía más positiva dentro de la carta, aunque siga sin ser fácil. No obstante, esa rehabilitación moderna es un avance respecto de las actitudes anteriores. Aun así, hay un nivel más elevado y positivo del planeta que la astrología del siglo XX no menciona. Resulta interesante advertir que ese “nuevo” Saturno ya aparece en la literatura filosófica antigua y en la literatura astrológica árabe medieval.

Este aspecto de Saturno pasó a ser conocido por los astrólogos de la primera Edad Moderna gracias al filósofo italiano, estudioso de la magia elevada y astrólogo —muy crítico con la astrología practicada en su época— Marsilio Ficino (1433-1499).2 Su obra impulsó un importante movimiento literario y artístico dedicado a explorar ese costado antiguo y hasta entonces casi desconocido de Saturno: la relación entre el planeta y la melancolía. En el uso moderno la palabra melancolía suele indicar un estado depresivo que puede ser leve o muy grave.

En la medicina clásica, sin embargo, la melancolía era un conjunto de cualidades conductuales y psicológicas que iba mucho más allá de la mera depresión. En este nuevo trabajo sobre tránsitos he incorporado los resultados de mi encuentro con el material clásico acerca de Saturno y la melancolía. Aun con esta comprensión ampliada, Saturno exige gran dominio de la vida, sabiduría y madurez. Para las personas menores de mediana edad resulta, por lo general, más difícil debido a su fuerte vínculo con la experiencia vital. Aun así, también para los jóvenes hay muchas maneras de vivir los tránsitos de Saturno de forma positiva. Con todo, la mayoría reconoce que suelen coincidir con épocas de la vida cargadas de asuntos serios e importantes. Incluso en su mejor versión los tránsitos de Saturno son un remedio fuerte que cada cual debe tomar en momentos concretos de la existencia.

En el mundo antiguo Saturno se asociaba con frecuencia al destino. El astrólogo Vettius Valens (120 – c. 175 d. C.), que escribió en griego, relacionó al planeta con una forma de destino resultante de la agnoia, palabra griega que significa ignorancia.3 Creo que fue una intuición profunda de su parte. La mayor parte de las dificultades que las personas tienen con Saturno se deben a que existen cosas del mundo y de uno mismo que no se comprenden. Hay, además, aspectos del mundo y de uno mismo que no se pueden comprender. Nadie puede entenderlo todo. El destino que Saturno simboliza nace no solo de circunstancias externas incomprendidas. También surge de la acción interna de nuestras propias ideas sobre la realidad, ideas cuyos resultados no siempre comprendemos.

Saturno, como cualquier otro planeta, no indica nada inevitable salvo en la medida en que acciones y decisiones pasadas hayan restringido tanto las oportunidades de cambio que, ante determinadas circunstancias, ya no exista posibilidad de elección. Esto les sucederá inevitablemente a todos salvo a los más iluminados. Cuando pase, la mejor respuesta consiste en observar la situación con desapego, preferiblemente sin culpa, y determinar qué falta de consciencia o qué ignorancia fue la causa original. Por lo tanto, Saturno no solo señala ignorancia, también representa la posibilidad de disipar la ignorancia para quienes estén dispuestos y puedan hacer el esfuerzo. No caiga en la ilusión de que los problemas que surjan durante los tránsitos de Saturno no se puedan modificar. Tampoco se culpe si no previó que las cosas se desarrollarían de un modo que habría preferido evitar. Saturno implica verdaderas “experiencias de aprendizaje”, pero, por regla general, no rebasa la capacidad de la persona.

Hay dos aspectos en los que los tránsitos de Saturno resultan muy importantes. El primero es que Saturno, junto con Júpiter, interviene mucho en el sistema de realidad dentro del cual las personas actúan. ¿Qué es un “sistema de realidad”? Es el conjunto de las suposiciones, implícitas y explícitas, que la gente hace sobre la realidad y sobre aquello que considera “realista”. Ese sistema procede de varios factores. En primer lugar, existe una predisposición a ciertos patrones de conducta que aparecen ya en la infancia. Su naturaleza esencial no puede cambiarse, aunque sí evolucionar. De reacciones inconscientes y automáticas pueden convertirse en visiones del mundo bien razonadas y plenamente elaboradas. De todas las manifestaciones de Saturno esta es la que más tiende a mejorar con la edad.

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La segunda parte de un sistema de realidad proviene de las influencias culturales. Esto incluye no solo lo que solemos considerar cultura —el patrimonio cultural del que procedemos nosotros y nuestras familias—, sino, y de manera aún más importante, la programación derivada de la cultura familiar, comunitaria y nacional. Todos estos elementos conforman un sistema de realidad. Por lo general, este proceso es inconsciente y se percibe como “sentido común”. Por eso, cuando se analiza, el “sentido común” con frecuencia carece de sentido. Todo esto resulta de la acción combinada de Júpiter y Saturno.

Habitualmente, Saturno señala reglas, leyes o costumbres que no pueden —o al menos no deberían— quebrantarse. Con frecuencia los tránsitos de Saturno se viven como un encuentro difícil con alguno de esos límites y la necesidad de realizar ajustes. También puede manifestarse como la actuación, dentro de la propia psique, del sistema de realidad personal. Entonces parece impedir que usted haga aquello que cree desear pero que siente que no puede realizar por alguna razón. A menudo la consecuencia del tránsito es corregir la idea de lo que debería hacerse en un momento dado. Este es el aspecto positivo de Saturno que la mayoría de los astrólogos reconoce: la disciplina, sobre todo la autodisciplina. Incluso cuando no se trata de autodisciplina, se habla de una disciplina impuesta por la necesidad, las circunstancias o por otras personas —maestros, padres, agentes de la ley y el sistema judicial— cuyo papel es ejercer esa función correctiva.