La astrología como luz que brilla en la oscuridad o la búsqueda de esperanza en este tiempo de caos
por Alejo López
Plutarco nos cuenta en La Obsolencia de los Oráculos(1) que un barco viajaba
a Italia cuando de pronto se suspendió el curso de los vientos. Acababan
de cenar y estaban de sobremesa cuando oyeron una voz alta y clara:
“Tamus, Tamus, ¿estás ahí?”. Tamus era el capitán de la
embarcación y no respondió de inmediato. La voz insistió dos veces y sólo
entonces, el marinero dijo: “¿Quién me llama?”. Se oyó como
respuesta: “Cuando llegues a Palodes, anuncia que el gran dios Pan
ha muerto”. Los marineros no sabían si fiarse o no de esa voz y
decidieron posponer su decisión hasta que llegaran cerca del puerto de
Palodes. Una vez allí, el viento volvió a detenerse y desde la
embarcación, inmóvil, Tamus alzó la voz: “¡El gran dios Pan ha
muerto! ¡El gran dios Pan ha muerto! ¡El gran dios Pan ha muerto!”.
Y antes de que acabara se alzó en toda la tierra un grito angustioso de
lamento, no de una sola persona, sino de varias que expresaban su
pena.
El mito de la muerte de Pan me parece de crucial importancia en este momento. Pan era un dios que generaba pánico en quienes lo veían. Representaba a la fuerza del mundo natural, era un dios extremadamente sexual, a veces relacionado con Dioniso. La muerte de Pan ha sido vinculada al nacimiento del cristianismo, de la civilización, de una moral más recta y de la represión sexual.(2) Un intento de controlar el caos y el pánico que pueden generar las fuerzas de la naturaleza. Personalmente, me gusta este dios, me gusta su comportamiento algo errático (algunos dicen que era hijo de Hermes), su rapidez para enfadarse y esa misma celeridad para perdonar y reír. Como la naturaleza, se mostraba cambiante. Y tal vez su muerte hoy nos resuena a otra muerte, aquella del mundo natural y con él, una percepción encantadora de la realidad. La crisis a la que la pandemia global nos somete no es solo sanitaria, económica, política y ecológica sino es también una crisis de sentido. ¿Cuál es nuestro lugar en el universo como terráqueos? Y ¿cuál es nuestro lugar como seres humanos sobre la faz de la tierra?
La astrología y sus arquetipos pueden ayudarnos a buscar una respuesta. Y esta respuesta tal vez no sea del todo clara sino que se eleva difusa sobre un mar de nieblas, animándonos a navegar por él sin un rumbo fijo. No es una cuestión de blancos o negros sino más bien una aproximación simbólica, representativa de la crisis que enfrentamos hoy. Quizás se nos esté pidiendo no mirar al mundo sólo desde lo literal e inmediato. Habitamos vidas complejas, atravesando la dificultad de distinguir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto. Tiempos en que la tristeza convive con la felicidad. François Jullien, en sus escritos, suele acercarnos conceptos orientales que pueden sernos útiles a la hora de abrazar estas paradojas. Asegura que “el correcto camino del medio” no es un espacio tibio, de grises e indefiniciones sino, por el contrario, la capacidad de estar equidistante de ambos extremos para poder reaccionar tanto de uno como del otro.(3) Siguiendo su consejo, quiero convocar, en este tiempo y en este lugar, a algunas figuras que nos han guiado en ese camino del medio, en ese estar en dos polos, como Pan que compartía diversas naturalezas. Propongo que hagas conmigo un viaje para buscar maestros en los mitos arquetípicos que puedan darnos dones para transitar este momento. Luego de ello, volveremos a la astrología y a nuestra función en la sociedad actual para poder hacer brillar la luz en la oscuridad de la noche. El primer guía que en mi proceso personal se me ha aparecido como el ideal en este deambular en el medio ha sido Hermes, el mensajero de los dioses.
El caduceo de Hermes
Hermes es otra figura mítica de naturaleza dual y podemos identificarle en un horóscopo rápidamente bajo el seudónimo romano de Mercurio. La dualidad de este guía se manifiesta, por ejemplo, en su regencia del signo de Géminis. Hermes era el mensajero de los dioses, tenía entrada libre al Inframundo y así podía conectar el mundo de los vivos con el de los muertos. Por eso Mercurio regía las puertas, los “entremedio” y los cruces que conectaban un lugar con otro. Hermes también llevaba el título de Psicopompo, guiando a las almas en el mundo de los muertos, mostrándoles su nueva morada. Algunos chamanes con quienes tuve oportunidad de hablar sobre este tema, y que realizan el trabajo de psicopompos, me han asegurado que hay almas que se quedaron perdidas en el mundo, como enojadas o disgustadas, porque no saben que su cuerpo ha muerto. Entonces deben ser guiadas y llevadas a su nueva morada. Sin embargo, la imagen de Hermes no es la de un dios serio y amargado, en constante contacto con la muerte, sino la de uno jovial. Le hace bromas a Apolo y se ríe de nosotros cuando Mercurio entra en movimiento retrógrado. De hecho, la alta frecuencia en su retrogradación podría hablar también de querer conectar dos mundos. Y su capacidad para ir al inframundo, quizás, de la posibilidad de llegar al fondo de una cuestión a través del pensamiento. Hermes es un dios profundo, que va hasta el fondo, que llega a territorios que para otros están prohibidos. Pero es también un dios divertido, gracioso, que no se toma demasiado en serio a los demás.
Así el primer camino que nos señala este dios es uno que intenta generar un puente entre espacios opuestos: vida-muerte, arriba-abajo, lo astuto y lo ingenuo. Y así damos paso a otro arquetipo que puede ayudarnos a encontrar luz en este momento oscuro: Perséfone.
La reina de los muertos
La historia de Perséfone es, tal vez, más conocida. Su madre
Démeter era le encargada de que la tierra diera frutos. La hija estaba
recolectando narcisos cuando Hades (que, por cierto, era su tío) la raptó
y se la llevó al Inframundo. Entonces, Démeter comenzó la búsqueda,
revisando cada rincón del mundo de los vivos sin encontrarla. Helios (el
dios del Sol, que todo lo ve) le confesó ante su desesperación que Zeus
le había prometido Perséfone al “invisible” (Hades).
Desesperada, Démeter siguió vagando por el mundo, hasta llegar a Eleusis
y exigió allí a los mortales que fundaran un templo para ella. Eligió
renunciar al Olimpo y a compartir su morada con los otros dioses para
poder llorar a su hija. Pero su tristeza le impedía que la tierra diera
fruto. Los seres humanos no tenían nada para ofrecer. Zeus, que además de
ser hermano de Hades, era también hermano de Démeter, no sabía cómo
calmarla y consolarla. Entonces, envió a Hermes a bajara una vez más a
solicitar a Hades que devolviera a Perséfone. Finalmente se acuerda que
Perséfone pasará un tiempo en el mundo de los muertos con su marido y
otro, en el mundo de los vivos, con su madre.
De modo que este es otro personaje arquetípico que puede enseñarnos a andar el camino del medio. A la vez entre vivos y muertos, doncella y reina astuta en cuerpo inocente.
Otros personajes de doble naturaleza
Otro ser de naturaleza dual es Tiresias, que fue hombre y mujer en la misma vida. Ciego a los sucesos de esta tierra, podía ver los del pasado y del futuro. Así, es otro mediador, otro maestro en este andar el camino del medio. Conoce a la vez las experiencias de ser hombre y mujer, vive en varios tiempos, ve sin ver. Y así puede enseñarnos a deambular con seguridad en la oscuridad ciega e intentar experimentar polos que, socialmente, consideramos opuestos e irreconciliables.
Quirón es otro personaje que sigue el camino del medio,
mitad caballo, mitad hombre, su naturaleza nos habla de una herida de
difícil cura y tratamiento. Tal vez, como astrologues debamos asumir que
el precio a pagar por querer conocer el destino es amargo. Otras
cosmogonías también tienen personajes similares. Jesucristo, por ejemplo,
que es dios y hombre a la vez y que une cielo y tierra en los momentos de
la crucifixión y la resurrección. Antes que él, fue la serpiente quien
unía cielo y tierra al subir y bajar del famoso árbol dual del Bien y del
Mal. En mitología judeocristiana el camino del medio implica renunciar a
un paraíso para poder después volver a él. Y hasta se podría ver en la
Virgen María un personaje mercurial, que une cielo y tierra al engendrar
al hijo de dios aquí y ahora. No es raro si pensamos que le corresponde
el signo de Virgo, regido por Mercurio.
La lista de personajes arquetípicos que toman esta doble senda es larga y es imposible detenerme en cada uno. En Egipto, Thot; en poblaciones nativas de Norte América, el coyote; en la Francia Medieval, Melusina de Lusignan. Y hoy en día, en nuestras mitologías: el Professor Snape, en la saga de Harry Potter, a la vez amigo y enemigo, inspirando confianza y desconfianza; o Rick Dekard, en Blade Runner, con esa ambigüedad replicantiana propia.
Entre destino y libre albedrío
El último arquetipo al que quiero convocar ahora es Eärendil, de la saga de El Señor de los Anillos. En la cosmogonía de este mundo, los hombres se han corrompido y los dioses les han abandonado. Eärendil decide tomar un camino prohibido, navegar hasta la tierra de los dioses y pedir piedad para los hombres y socorro en este momento de necesidad. Estos dioses se conmueven ante el pedido, y en lugar de castigarles por romper la prohibición, asisten a la humanidad. Este personaje es de doble naturaleza porque es un semi-elfo, es decir no es ni elfo ni humano. Creo que nos está animando a que nosotros también pidamos piedad a los dioses y ayuda en este momento de dificultad.
El astrólogo Nicholas Campion, en su libro sobre la historia de la astrología, asegura que la idea que tenemos del destino fue desarrollada por los griegos.(4) El Mito de Er, descripto en La República de Platón(5), cuenta como las Moiras tejen en el Huso de la Necesidad, el destino de cada ser humano. Desde los griegos, tenemos la idea de que se nos asigna un destino al nacer pero el mismo no puede cambiarse. No siempre fue así. Por ejempo, en Egipto no se entendía el destino de esta manera. Al estudiar astrología babilónica, aprendí que hace milenios la separación entre cielo y tierra no estaba tan marcada como ahora. La divinidad no sólo hablaba a través del movimiento de los planetas sino que estaba en constante diálogo con el ser humano. Una nube posada sobre la Luna era un indicador de lo que ocurriría, también lo era el ruido del viento en las ramas o que se cruzara un antílope en el camino. La tierra estaba encantada y habitada por lo divino. Y “si las divinidades celestes podían influir en la tierra, entonces los hombres podrían, con la técnica adecuada, influir sobre esas divinidades. (…) Las personas podrían influir sobre una estrella o, mejor aún, sobre el cosmos, al igual que las estrellas influían sobre la gente’.(6) Los griegos, si bien sostenían otra idea del destino, también creían que la divinidad podía ser conmovida. Perséfone intervino para que Orfeo recuperara a Eurídice. Atenea se enfadó cuando supo de Aracne pero también intercede para salvar a Orestes.
Como
astrologues tenemos herramientas que nos permiten establecer este diálogo
con la divinidad. En este tiempo de dificultad, tal vez podamos caminar
los pasos que nos han enseñado otros caminantes, antes que nosotros.
Aprender de Hermes: a bajar al Inframundo para volver al mundo de los
vivos con ligereza, humor y una sonrisa. De Perséfone a conservar la
inocencia a pesar de la intensidad y la tristeza que pueda albergar
nuestro corazón. De Tiresias, a habilitarnos el tener experiencias
opuestas y a ver más allá de lo evidente. De Quirón, a aceptar nuestras
heridas, este saber que nos separa del resto del mundo. De Jesucristo, a
unir cielo y tierra, a amar sin importar a quien y a hacer sagrado cada
acto de nuestra vida. De María, a engendrar la divinidad dentro nuestro,
reconocer que llevamos chispa divina. De la serpiente, a usar el don que
nos entregó, el raciocinio que nos permite distinguir el bien del mal. Y,
finalmente, de Eärendil, a hacernos cargos de nuestras faltas, a recordar
a nuestros dioses, a pedirles piedad, piedad para los seres que pisan
esta tierra y socorro en esta hora de necesidad.
Notas finales:
(1) Plutarch, ‘On the
Obsolensce of Oracles’ en Moralia (Harvard: Harvard University
Press, 1936), p. 401.
(2) K. Chesterton, The
end of the world from the everlasting man recuperado de https://matiane.wordpress.com/2019/05/06/the-end-of-the-world-from-the-everlasting-man-by-g-k-chesterton/
(3) François Jullien,
Un sabio no tiene ideas (Madrid: Siruela, 2001 ), p. 36.
(4) Nicholas Campion, A
History of Western Astrology (London: Bloomsbury, 2013).
(5) Plato, The
Republic, Libro X, vv. 614-621 (Harvard: Harvard University Press,
2013).
(6) Nicholas Campion,
A History of Western Astrology (London: Bloomsbury, 2013).
Publicado por: Revista Stellium, Dec. 2020.
Autor:
Alejo López, D.F.Astrol.S., nació en Argentina
donde se graduó actor en el Conservatorio de Buenos Aires. También es
psicólogo y obtuvo el diploma de “The Faculty of Astrological
Studies”. Se mudó a Europa a los 23 años. Otros viajes le llevaron a
buscar algún tipo de lenguaje que pudiera describir la diversidad humana
y los mundos internos. Estudió mitos y realizó otras practices
espirituales como shamanismo y Kabalah. Está particularmente interesado
en encontrar técnicas que permitan establecer un diálogo con lo divino.
Cree que una vez que se aprende astrología, uno no volverá jamás a estar
solo porque los planetas van siempre a guiarle y acompañarle. Realiza su
práctica entre España y Argentina pero también viaja por otras partes de
Europa y Estados Unidos para dar talleres, charlas o hacer consultoría
astrológica. Le encanta compartir su pasión por la astrología con otras
personas.
Imágenes:
Tamos: Alejo López
Perséfone:
Public Domain
Oh, Sailor: Victor
Ferreira, Instagram @vicsticky
Puesta de sol: Imágen por jplenio de Pixabay
© 2020 - Alejo López - Revista Stellium

Revista Stellium nació en Junio de 2019 cuando un grupo de astrólogues decidieron fundar un espacio de diálogo y reflexión para las nuevas voces en astrología. Buscamos generar lazos de cooperación, solidaridad y contacto. Abrazamos todas las prácticas astrológicas que propongan rigurosidad en su estudio y cuidado humano en su interpretación.