Abrir para cerrar - Exploraciones sobre el vínculo Venus-Luna
por Iva Hryc
Cuando intentamos aventurarnos en el universo de lo
femenino, solemos encontrarnos con un clásico dilema: la mujer o la
madre. El psiquismo humano está programado en la dicotomía entre lo
femenino erótico, abierto y magnético, y el principio maternal, protector
y nutricio. De ahí que gran parte de la cultura, sobre todo la
occidental, esté dividida entre imágenes de mujeres sensuales y
atractivas rodeadas de varones deseantes, en contraste con madres
dadivosas atentas a sus niños y generalmente en ausencia de varones. El
arquetipo de la Madre parece estar en clara contraposición con el
arquetipo de la Geisha. ¿Qué sucede en el software humano para que lo
femenino se escinda en esta contradicción?
Observemos el universo de las funciones femeninas en el lenguaje astrológico. Por un lado, la Luna, que simboliza la nutrición y el velo protector que nos cuidó en el momento de máxima vulnerabilidad, constituye el sistema afectivo de cada uno de nosotros. Su función trae aparejado un cierre porque la lógica de la nutrición implica la protección y, con ella, la construcción de un borde definido que resista los embates del exterior. La función Luna convoca a la de Saturno y nos ubica en el mundo de lo sólido y estable que da las condiciones para que lo vulnerable quede a resguardo el tiempo suficiente como para crecer. Así como un útero sería incapaz de engendrar en estado de apertura, en el inicio de la vida, el sistema afectivo primario de una persona depende de su capacidad de cerrarse sobre sí mismo. La inteligencia de la Luna radica en generar un afuera donde quedan excluidas multiplicidad de opciones, para dedicarse a acompañar y proteger a lo interno. En un principio eso es vital y necesario, pero sostenido en el tiempo se convierte en un patrón que solo repite lo que le resultó exitoso una vez, y se niega a actualizarse. Curiosamente, en ese estado que conocemos como mecanismo, la Luna reniega de su función más vital: el contacto. La necesidad de seguridad y cuidado nos lleva a replegarnos para protegernos y eso deriva en una defensa que impide el contacto con lo que hay.
El otro símbolo que recoge funciones de lo femenino es Venus. Aquí la dinámica es bien distinta. La función venusina tiene como talento la apertura, la curiosidad y el interés por lo diferente. Venus es el erotismo en su máxima expresión; es el magnetismo que dispara un movimiento de interacción con el mundo y con otros seres. Como la flor abierta que con su aroma, textura y color atrae a todo tipo de criaturas, Venus es lo que permite el intercambio entre todo lo que existe. Para eso es indispensable que no haya cierre alguno, porque cerrar implicaría perder posibilidades de encuentro y desactualizarse. Como en el mito, Venus es hija de Urano, su función convoca a la apertura y la atemporalidad. Venus es presente, nos invita a la presencia en el aquí y ahora, y para eso es necesario que todo esté incluido.
¿Cómo conviven Venus y la Luna en una persona? ¿Cómo se articula lo que está naturalmente programado para abrir con lo que tan automáticamente cierra? Más allá de las particularidades del caso de cada carta natal, en principio, una función parece expulsar a la otra. El psiquismo procesa en términos tales que, desde la perspectiva lunar, la apertura venusina representa un riesgo, y en cierta medida lo es. Para lo que está en desarrollo, dejar entrar nueva información es peligroso porque el contacto constante con lo actual y con los demás impide la posibilidad de que lo interno se tome el tiempo para crecer. Lo que depende del tiempo no tolera la incertidumbre y la intemperie. Del mismo modo, desde la perspectiva venusina, lo lunar atrasa, inhibe los movimientos de apertura y achica el espectro de interacciones.
A
simple vista, la distancia entre estos dos pulsos parece tal que es
esperable que sea difícil para una persona identificarse con uno a la vez
que con el otro. El universo de lo seguro se armará como un registro que,
en principio, inhibirá la apertura. En otras palabras, lo que nos hace
sentir seguros tiende a defenderse de lo que nos abre al mundo. Esta
distancia, más acentuada en los casos en que hay aspectos duros entre
Venus y la Luna, arquetípicamente está presente en todos nosotros. Como
mamíferos entendemos lo lunar como un lugar de resguardo, y la tendencia
a identificarnos con esa lógica de estabilidad y refugio deja afuera la
posibilidad de intercambio que propone Venus. Esta es una dificultad
claramente visible en el plano psicológico, y por eso la aceptamos como
un hecho. Pero, como todo lo que sucede en el plano psicológico, en
realidad es un recorte: lo que parece incompatible en el psiquismo en
general no lo es tanto en el plano energético. Cabe preguntar, entonces,
qué perdemos de vista al aceptar ciegamente que lo que nos abre pone en
peligro nuestra seguridad. ¿Qué relación guardan estos dos principios?
¿En qué se colaboran?
Veámoslo nuevamente. Si el pulso venusino marca la dirección de la apertura y el interés, ese magnetismo desata el juego erótico que dinamiza y genera vínculos con los demás y con el mundo externo. Lo lunar, por su parte, naturalmente programado para cerrarse, nutrir y resguardar, puede tomar eso que ingresó de afuera y cobijarlo para que crezca y dé frutos. Visto así, podríamos considerar entonces que estas funciones no son antagónicas, sino temporales. Es decir que cada una representa un momento del ciclo vital, en el cual cumplen roles tales que la vida misma sería imposible sin una de las dos. Podemos pensar entonces a estos dos símbolos como caras de un mismo principio femenino que, como tal, está en contacto con el misterio que moviliza a la vida toda. Si podemos sentir a Venus y a la Luna como dos momentos en un ciclo mucho más amplio, entonces ya no tienen por qué excluirse mutuamente, sino todo lo contrario.
Toda apertura es un riesgo, pero todo cierre también lo es. Al asustarnos del movimiento venusino no registramos que es esa apertura la que permitió gestar lo que hoy protegemos y tememos exponer. Al cerrarse automáticamente, la Luna absolutizada se arriesga a perpetuar un movimiento que, en tanto que repetitivo, pierde vitalidad. Lo que Venus le propone al sistema no es ni más ni menos que dejarse penetrar por lo que lo rodea, y es justamente esa penetración, esa apertura, lo que permite la chispa creadora que luego deberemos resguardar para que pueda profundizarse y crecer. Al abrir, Venus atrae Marte, y esa supuesta invasión marciana deja una impronta, deja una chispa al cuidado de la Luna, para que eso se despliegue y pueda, llegado el momento, abrirse nuevamente a la multiplicidad de la vida. Visto así, Luna-Venus deja de ser una dicotomía y pasa a ser un pulso.
¿Cómo dejar que esa díada pulse en nosotros? Creo que la clave está en poder conectar. La capacidad de contacto nos permite desplegar el erotismo profundamente, correr el riesgo para que algo viva. Jugar el juego erótico con contacto es lo que permite que la vida se imponga, que nos transforme y nos lleve a lugares inexplorados. Sin ese contacto, el erotismo se arriesga a quedar en una apertura sin fin ni contenido y la protección no es más que una cáscara vacía. La apertura le ofrece a lo interno la posibilidad de dejar entrar el pulso que lo enciende. Sin Venus, la Luna no es más que una replicación automática sin posibilidad de nutrición. Sin Luna, el erotismo venusino no es más que histeria.
Esto, que en el psiquismo se confunde tanto, en la vida orgánica es mucho más simple y evidente. Basta con mirar un jardín para comprobarlo. La belleza de la flor abierta atrae al polinizador y la persistencia de esa planta solo es posible gracias a la apertura y el cierre de las flores en el momento oportuno. En el plano biológico, a lo humano le consta exactamente el mismo ciclo, a tal nivel que lo venusino y lo lunar convergen en un único espacio del cuerpo femenino: el útero. Como órgano sexual, su posibilidad de apertura y cierre alberga la lógica profunda del vínculo Luna-Venus. La inteligencia celular del útero está en detectar cuándo abrir para dejar entrar, cuándo cerrar para nutrir y cuándo reabrir para dejar salir. En el cuerpo femenino, Luna-Venus no es ninguna contradicción. El útero alberga el misterio temporal que es el ciclo apertura-cierre-apertura. El centro donde suceden los orgasmos más transformadores y los refugios más nutricios es el mismo lugar. El útero es la matriz generadora de vida a través del placer.
El juego entre Venus y Luna no es más que un continuo a través del cual viaja la vida. Es el pulso que permite la existencia, al que algunos llaman Dios. A mí me gusta llamarlo amor. Tal vez no se trate de elegir entre protegernos y exponernos sino de entregarnos al pulso del amor, recibirlo, atender a cada momento con lo que necesita cada momento. Tal vez ese sea el secreto: no elegir entra abrir y cerrar. Abrir para cerrar y cerrar para volver a abrir.
Impulsados por la fuerza del amor, los fragmentos del
mundo se buscan entre sí, para que el mundo pueda llegar a ser.
Teilhard de Chardin
Publicado por: Revista Stellium, Sep. 2020.
Author:
Iva Hryc - Su amor por la astrología fue el
resultado de un largo camino de indagación que comenzó por otros
lenguajes como la arquitectura, la literatura y la fotografía. Estudió
traducción y subtitulado y le apasionan las lenguas, los dichos, las
frases y todo modo de expresarse con palabras. Llegó a la astrología
primero como consultante, en momentos de crisis profunda, y se enamoró
tanto del código que se formó en Casa XI, en Buenos Aires, y luego en la
escuela de posgrados de Silvia Neira. Actualmente trabaja como astróloga
en su consultorio particular en Buenos Aires e investiga, reflexiona y
ofrece talleres vivenciales junto con su colega Aurora Calero, en
Mendoza, Argentina. Acaba de terminar su formación en terapia
bioenergética con Orlando Zaslavsky, y espera seguir encontrando puntos
de síntesis entre el código abstracto de la astrología y el mundo
concreto del cuerpo, la vivencia y la emoción, para acompañar y
acompañarse a encontrar más maneras de habitarnos más conscientemente.
IG. @iva.hryc
FB. /astropuente
ivannahryc@gmail.com
Imágenes:
Wikimedia Commons, Public Domain
© 2020 - Iva Hryc - Revista Stellium

Revista Stellium nació en Junio de 2019 cuando un grupo de astrólogues decidieron fundar un espacio de diálogo y reflexión para las nuevas voces en astrología. Buscamos generar lazos de cooperación, solidaridad y contacto. Abrazamos todas las prácticas astrológicas que propongan rigurosidad en su estudio y cuidado humano en su interpretación.